Las últimas investigaciones acerca de nuestra mente nos indican que los efectos de los pensamientos inciden de tal manera en la biología, que es indiferente si lo que imaginamos se corresponde con la realidad o es la más fabulosa fantasía.
A tal punto es así que los entrenamientos de atletas de alto rendimiento en parte "son mentales" y el músculo parece responder a tal ejercicio virtual del mismo modo que al real.
Créase o no, el ser creativos puede salvarnos de una cruda realidad aparentemente inevitable, aplicando esta cualidad del pensamiento. Hablamos de la visualización creativa.
Y es que por lo que sabemos, la mente se maneja simbólicamente. Es así que instalarnos una idea a través de una imagen clara y potente no es nada difícil. ¡Así funcionan los logos!
La forma en que las compañías publicitarias y algunos regímenes los usaron es por todos conocida y sabemos que funcionan, para bien o para mal. Pero...¿qué pasaría si esas imágenes las introdujéramos sistemáticamente nosotros mismos? Pero a nuestro entero servicio, fijando ideas y comprometiendo nuestra voluntad con determinados objetivos.
En cierta manera todos lo hacemos, desde que ponemos una fotografía en un porta retrato o cuando elegimos un fondo de pantalla de la computadora o del móvil. Lo que elegimos para ver tiene el claro objetivo de recordar un momento especial para que se siga perpetuando en nuestra memoria, ya sea una imagen familiar, un logro en nuestras vida, un instante divertido o de paz.
Es que en realidad lo que estamos haciendo es creer que con ello estaremos más cerca de que un evento similar se repita. ¿A qué se parece esto?
¿No les ha pasado que algo se presenta cuando pensamos mucho en ello?
¿Realmente somos conscientes de que esas "imágenes-talismán", vistas muchas veces,
tienen un tremendo poder fijador de ideas? Y que lo buscado llega por una selección muy específica que hemos desarrollado, solo por el mero hecho de fijar un concepto. Y tal vez por algo más...
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